Hace un tiempo encontré esta entrevista que se le hizo a Roberto publicada por la revista JATAJ (Año II - Nro. IV - Septiembre 1986) entre libros viejos de gente también vieja que ya no está. Me tomé la libertad de corregir errores ortográficos. Dejo la digitalización:

Humor… ¿Para qué?

Y usted… ¿de qué se ríe? ¿El humor sólo le produce risa? ¿O se puede construir desde él? ¿Cuál es la función social del humorista? Para Fontanarrosa, lo importante es que usted se ría; todo lo demás es la interpretación que él hace de la realidad.

- ¿El entretenimiento, es una vía válida para llegar a la gente?

- Creo que es elemental. Yo cada vez pienso más en que todo tipo de producto que se inserte en el espectáculo, puede ser grosero, puede ser burdo, puede ser lo que sea, pero no puede ser aburrido. Y con respecto a eso, siempre me acuerdo de una frase que creo leí de Coppola, que por ahí puede ser un poco drástica: “nada que me aburra puede ser bueno”. Incluso si vos pretendieras hacer un mensaje a alguien o decir algo, lo tenés que meter en una envoltura entretenida y amena, porque indudablemente es mucho más efectivo. Yo a veces veo por televisión programas como Plaza Sésamo, por ejemplo, y pienso que cosa entretenida que puede llegar a ser un programa educacional para chicos a través de ese tipo de presentaciones. O que distinto sería si los libros de textos pudiesen venir en historietas, en una forma amena, en vez de esos libros infernales que no te motivan para nada. Realmente, creo que si una persona intenta decir algo, contar algo, fundamentalmente debe hacerlo de una manera placentera, para que no aburra ni pese. Y eso lo mido a través de mi experiencia personal: estoy seguro de que si yo me divierto haciendo una cosa, lo más probable es que divierta.

- El humor de Fontanarrosa, ya sea a través de chistes, historietas o como escritor, ¿hacia dónde apunta?

- En primer lugar, y por un imperativo de trabajo, lo que yo pretendo con un chiste es que produzca risa. Pienso que es algo primario y fundamental en un humorista, porque yo ocupo un lugar en una revista o en un diario que está destinado, precisamente, a provocar risa. Eso no quiere decir que yo recurra a métodos simplistas o a temas simples para hacerlo. Se puede llegar a la risa por medio de distintas clases de humor, incluso el humor negro. Pero fundamentalmente tengo que procurar la risa porque para eso me dan ese espacio. Sino se lo dirían a un periodista o a un filósofo ara que diga, probablemente, las mismas cosas que digo yo, pero por otra vertiente. En cuanto a la historieta y la escritura, creo que en ambas actividades hay una intención de contar, de narrar, a través de la vena humorística. De ahí en más, mi intención es dar mi versión sobre determinado suceso o tema.

- Y como canal de expresión, ¿cuál crees que llega más a la gente: el escritor o el humorista?

- A veces la cuestión de la llegada está íntimamente ligada al medio, porque si vos publicás un chiste en un diario como Clarín, que ahora está en los 500.000 ejemplares, y después publicás un cuento en un libro que vende 3.000 ejemplares, no se puede comparar. Además, hay otra cuestión fundamental: nosotros consideramos que el trabajo te pertenece, desde el momento que se publica, en un 50 por ciento. De ahí en más, el otro 50 por ciento corre por cuenta del lector y su interpretación, de la expectativa que pone la gente. De cualquier forma y volviendo a la pregunta, son dos amores diferentes. Durante mucho tiempo, dejé un poco de lado el tema de la escritura pensando que, de todas manera, escribía los diálogos de las historietas. Pero me di cuenta de que era totalmente distinto. Hay un espectro muy diferente para contar algo en la cosa escrita.

- ¿Te podés dar a entender mejor?

- Relativamente, porque las dos son formas de expresión. Incluso en historietas, cada vez más hay una serie de intentos o de búsquedas que se apartan bastante de las maneras convencionales de contar, independientemente de que a uno le guste o no. Yo particularmente, soy un tipo muy clásico en es aspecto, que casi siempre desarrollo una historia que parte de acá y termina acá. Es difícil que dé muchas vueltas. Pero me parece perfecto la búsqueda de distintas formas de expresión. Por eso te digo: indudablemente la manera de escribir encierra un montón de posibilidades, pero pienso que la historieta también.

- Hace un momento mencionaste dos posibilidades: un humorista y un filósofo o periodista. Generalmente, el lector lee la nota del filósofo o del periodista en busca de una información seria. Al humor, ¿va en busca de escapismo?

- Eso creo que corresponde preguntárselo al lector. Nosotros a veces nos preguntamos el por qué de la repercusión del humor. Indudablemente existe una posibilidad de llegada más directa. Pero además creo juegan otras cosas: el lector está recibiendo algún tipo de información; en ciertos momentos, mediante el humor se pueden decir cosas que tal vez no se puedan decir en serio, y después, puede haber una dosis de escapismo, de descompresión, te diría, casi siempre en momentos medio difíciles.

- ¿Tenés idea de quienes te leen?

- Entiendo que en general y lamentablemente, el porcentaje de gente que lee es muy pobre. Fijate que un diario com Clarín, que creo que es el de mayor tirada en el país, vende en condiciones normales, los fines de semana, 700.000 ejemplares sobre una población de 30.000.000 de habitantes. De todas maneras, un poco a través de eso, o de las otras revistas donde publico, como puede ser Humor o Fierro, creo que el tipo de humor que yo hago es consumido por una especie de clase media o clase media alta, que creo que es, en líneas generales, la que más lee. Y supongo que el acceso a esa gente se hace más fácil porque yo pertenezco a una clase media. Indudablemente, uno sin tener que ver lo aprendido, maneja los códigos y los gustos de esa clase. Yo a veces digo que es muy difícil importar un estilo. Yo podría decir: bueno, voy a hacer un humor para clase alta, o voy a hacer un humor para clase obrera, y realmente no me saldría, porque yo no conozco los códigos. Y por otro lado, se nota mucho si uno trata de forzar la comunicación. Entonces, en mi caso, se da una casualidad, afortunada para mí: el pertenecer o reflejar a una clase social, que es la que consume.

- Comenzaste tu carrera como dibujante de historietas. ¿Por qué elegiste ese género?

- Creo que por alguna influencia infantil. Desde que comencé a dibujar, desde muy chico, siempre el dibujo que me atrajo era el dibujo de historieta, porque yo consumí historietas. No de humor: yo leía historietas de aventuras. Entonces, fue una cosa muy natural para mí dibujar historietas, contar historias a través de las historietas. Como a mí siempre me gustó dibujar y escribir, una especie de conjunción lógica es la historieta. Lo que sucede es que después hubo una serie de alternativas. Trabajé mucho tiempo en publicidad. Cuando empecé a trabajar en una revista, comencé haciendo humor, chistes sueltos. Y te diría que recién en el año ‘72, un Hortensia, retomo la historieta, ya con un corte de humor, cosa que no tenía en los papeles. Es decir, siempre lo trabajé, pero la idea mía infantil, era hacer historietas de aventuras, no humorísticas. Ahora me parece muy difícil que yo pudiese hacer algo totalmente desprovisto de humor. Por ahí puedo hacer una historieta de un tema muy duro, pero siempre va a tener alguna intención humorística.

- ¿Eso significa que desechaste la historieta de aventuras?

- No, lo que deseché es la historieta absolutamente seria. A pesar de que el tema lo sea. Pero lo de la aventura siempre se mantiene, porque mi generación fue muy influenciada por el cine y la literatura de aventuras: todo Salgari, el Príncipe Valiente, Tarzán, películas del oeste. Y te digo que aún con el paso del tiempo y el cambio de muchas pautas, se mantiene un gusto por la aventura, a lo mejor de otra manera. Actualmente, hay éxitos de impacto en el público, propuestas de aventuras exactamente iguales a las que veíamos nosotros cuando éramos chicos: Indiana Jones, los Cazadores del Arca Perdida, tras la esmeralda no sé cuanto. Son, con los adelantos tecnológicos, más o menos lo mismo que veíamos hace mil años. Algunas con aditamentos jodidos, como Rambo. Pero no deja de ser igual a las películas de guerra que yo veía cuando era pibe. Lo que ahora son en Rambo los nort-vietnamitas y los rusos, lo eran en esa época, los japoneses y los alemanes. Lo que pasa es que, entonces, uno no se hacía mayores planteos sobre cómo venía la mano.

- Al referirnos a la escritura, hablaste de una necesidad de narrar, de contar algo. ¿No buscás, al mismo tiempo, hacer pensar o repensar a la gente problemas cotidianos o temas universales?

- Yo doy mi versión de la cosa. Por ahí eso de “hacer pensar” suena un poco duro, porque es como suponer que la gente no piensa. Por eso, yo sólo doy mi versión, que puede plantearle a alguien algo, o no. Depende de la persona que lo lea. Es como cuando te hablan de una película con determinado mensaje, y vos la vas a ver y no te produce absolutamente nada, porque para tu caso personal, ese no es el mensaje. Y por ahí, yo voy a ver una película espantosa que trata de un dibujante de alrededor de cuarenta años, que tiene un hijo de tres y me digo: ¡pucha, esto es para mí! Es bastante relativo. Pero en líneas generales, no hago un llamamiento al pensamiento.

Pero hay una crítica…

- Hay un vistazo, un punto de vista mío a tal o cual cosa. Si eso a alguien le hace replantear determinadas cosas, por ahí mejor. Pero, en muchos de esos planteos míos, ¿qué me hace suponer que tengo la visión acertada? Nada. Yo puedo decir: a mí me parece esto, y nada más. En mi caso no hay ninguna intención de esclarecimiento de nadie, porque para hacerlo, yo debería ser un esclarecido, cosa que no soy. Tampoco quiero plantear una cosa totalmente ingenua de mi parte. Obviamente, en todos los órdenes de la vida, uno trata de reflejar lo que piensa, y hasta intentamos convencer a los demás de que nuestras convicciones son más fuertes que las de los demás. Pero de todas maneras, trato de quitarle a la cosa todo lo que sea un tono pedagógico, y más que nada, procuro no pontificar. Porque sino, tengo miedo de caer en esa moda de los pequeños afiches o las tarjetitas que dicen: Felicidad es… tal cosa; Amistad es… tal cosa; La Vida es… Pucha, ¡qué cosa? Fulanito de tal me viene a decir cómo es la amistad, la vida y las grandes incógnitas del universo… Me parece totalmente pretencioso.

¿Qué querés cambiar, por medio del humor?

- Mirá, yo me doy por satisfecho si realmente un tipo, como a veces pasa, me dice que se rió mucho con un laburo mío. Me parece que ya está más que justificado. De ahí a cambiar algo, no sé… En algún lado decía que ningún dibujo derribó nunca a un gobierno. Pero yo entiendo que el laburo mío es una especie de práctica de afecto. Es difícil que yo haga un dibujo con muy mala lecho con respecto a algo o a alguien, salvo que me parezca indudable que se lo merece. Y entiendo que una propuesta de afecto hacia la gente es siempre beneficiosa, siempre es buena. Si eso va a cambiar algo o no, la verdad es que no lo sé. Pero concretamente: si alguien pasa un bueno momento con un trabajo mío, me parece bien pago, porque a mí, muchas veces, me ha cambiado el humor y hasta el día entero, el ver una buena película cómica. Yo realmente siento un gran agradecimiento por los tipos que logran eso conmigo. Entonces, pienso que si yo consigo lo mismo con otra persona, me doy por satisfecho.